Es importante tener muy cuidados todos los componentes que intervienen en la transformación del café:
La cafetera toma el agua de la red y lleva un descalcificador para quitar la cal del agua.  Si no limpiamos regularmente esa cal que se ha quedado en la arena de sílice del descalcificador éste no hace su función, permitiendo que compuestos cálcicos pasen al agua y combinen químicamente con el café aportando sabores indeseados.
El molino tiene que tener las fresas nuevas, para que el grano de café sea cortado limpiamente, de lo contrario, si no cortan bien, los granos de café se calientan por fricción llegando incluso a retostarse y alterar el sabor. Limpiar el molino con frecuencia evitará que nos aporte sabores rancios al café que vayamos añadiendo al molino. Ejemplo: si en un recipiente de frutos secos que están rancios le añadimos otros que no lo están, al poco rato estarán todos rancios.
¿En cuantos bares hemos observado que no se ve el café que tienen molido por que el metacrilato del dosificador esta completamente opaco?
A la cafetera le pasa lo mismo que al molino  ya que el café tiene aceites como los frutos secos y dejan mucho resíduo que se va pegando al circuito por donde pasa la infusión del café. Esto debe limpiarse con mucha frecuencia con productos específicos para ello, que no dañen a la cafetera.
Si por la noche retiramos el cafe molido que nos ha sobrado y lo introducimos en un envase hermético en el frigorifico evitaremos que ese café se seque y pierda toda su crema a la hora de hacer la infusión.
Probad a hacer un café en una cafetera expresso con un café que haya estado abierto un tiempo de al menos dos horas, veréis la diferencia con un café recién abierto y molido. Este último apenas tendrá crema, la poquita que tenga será casi blanca y se difuminará en muy poquito tiempo.